sábado, febrero 13, 2010

mi bis-abuelo Esteban Miranda

Me quedé asombrado, no era algo muy habitual contemplar a mi abuelito Ramón quedarse congelado en sus recuerdos. Aquellos que le conocen lo describen como una persona muy lúdica y activa, como si sus 90 años no se notaran para nada, y tienen mucha razón! pero esta vez estaba quieto, con la mirada perdida en el horizonte y con el semblante que tienen los abuelitos cuando están a punto de decir algo muy importante...

"Yo soy testigo del poder de Dios"

y eso fue todo lo que dijo, como si 90 años de vivir y soñar pudieran reunirse bajo aquella simple sentencia, "yo soy testigo del poder de Dios".

Solo cuando comenzó su relato, solo cuando escuché su historia... solo ahí comprendí la razón por la que mi abuelito se autoproclama testigo del poder de Dios...

"Mi padre tenía varias enfermedades, pero a mis cortos 8 años de vida me correspondió observar cómo los doctores del pueblo desauciaban a aquel moribundo adulto. Y era que no, si llevaba postrado ya mucho tiempo, su piel presentaba un color amarillento, sus articulaciones inmovilidad, y su ánimo el triste hedor de la muerte. Afuera, una lluvia de las que solo se ven aquí, en Traiguen, de esas de las que todo el mundo quiere huir, todos menos cuatro personas... cuatro hombres grandes cuya presencia me habría pasado inadvertida de no ser porque mi moribundo padre, desde su lecho de muerte, me llama diciendo: "hijo, dile a tu madre que mande a llamar a los caballeros que están afuera. Los escuche vociferar acerca de un doctor, uno de los mejores al parecer, uno que dicen que lo puede sanar todo. Hijo, dile a tu madre que mande a llamar a esos caballeros que estan hablando de un tal Jesús..."

Continuará...